Escrituras Que Trazan Memorias
DOI:
https://doi.org/10.37646/xihmai.v9i17.234Resumen
En tiempos de crisis y desesperanza, es necesario buscar discursos alternativos, reivindicar valores como la solidaridad y la cooperación, elaborar otras visiones del mundo. La literatura es una de las fuentes de inspiración más ricas para quienes buscan visiones y versiones alternativas de la historia y la memoria para pensar ”otra manera de ser”, como señalara la escritora feminista Monique Wittig.
La literatura puede transformar al mundo convirtiéndose en ”una máquina de guerra”, que modificará nuestra visión del mundo y sus representaciones porque puede actuar como un caballo de Troya que desde adentro demuele lo viejo.
En el marco de la crisis de los valores predominantes y del sistema neoliberal extremo que está devastando el mundo, la imagen feminista del caballo de Troya de Wittig resume lo que desde América Latina han hecho autoras como Rosario Castellanos y Elena Garro, Diamela Eltit y Griselda Gambaro, Carmen Boullosa y Julia Alvarez, así como Belli y Valenzuela, autoras que estudia Bisherú Bernal en su libro Escrituras que trazan memorias.
Leer hoy a estas autoras no es sólo reivindicar y valorar la voz de las mujeres, sino recuperar la experiencia de lo femenino, de la alteridad, y leer diferentes versiones del mundo, de la vida en sociedad, de la historia y la memoria. No toda literatura es transformadora ni toda literatura femenina es feminista o cuestionadora del sistema sociocultural predominante. No todas las escritoras se atreven a convertir su escritura en ”máquina de guerra”, o, mejor, en herramienta de transformación (para no repetir metáforas violentas); no toda protagonista que cuestiona lo viejo recurre a lo nuevo para transformarse, ni quien quiere liberarse busca siempre a la vez la liberación de otras. Con la escritura se puede hacer lo que se quiera, pero hoy cabe destacar la que transforma el discurso, la que propone alternativas, la que sueña, imagina y nos invita a inventar o al menos a cuestionar y a buscar.
Si a la crítica le corresponde analizar, difundir, enseñar a leer, de construir; también le toca valorar y revalorar, desmitificar, re-evaluar, y promover nuevas lecturas. La crítica feminista, en particular, tiene la posibilidad de crear un nuevo canon o, mejor, un nuevo corpus de lecturas que contribuyen a entender el mundo, que renuevan el lenguaje y enriquecen la literatura, el imaginario y la cultura. Esa renovación general del canon, la posibilidad de leer y escribir en la academia acerca de obras escritas por mujeres, es un instrumento de cambio, no sólo porque se ha tenido que superar una historia de resistencias, sino también porque la literatura femenina que propone otra interpretación del pasado y del presente funciona en efecto como caballo de Troya: mina y demuele la historia oficial que no incluye a las mujeres como agentes, el discurso monológico que acalla la diversidad o la ideología política que exalta el sufrimiento heroico sin mirar la violencia y el trauma, o que exalta el poder (popular u oligárquico) muchas veces a costa del bienestar y del placer.
Con este libro, Bisherú Bernal Medel demuestra que es una de estas críticas que ayudan a leer mejor a autoras que transforman el lenguaje y pueden transformar nuestra experiencia del mundo. En Escrituras que trazan memorias, desarrolla, desde una perspectiva feminista crítica muy lúcida, un rico análisis de La mujer habitada y La travesía de las destacadas escritoras Gioconda Belli y Luisa Valenzuela, respectivamente.
Más allá del cuidadoso trabajo de análisis textual en que se sustenta este estudio, se nos presenta una lectura refrescante y compleja de estas obras como novelas del cuerpo y la escritura femenina, como novelas del autodescubrimiento, donde la memoria como recuerdo, reflexión sobre el pasado y sus relaciones con el presente, y versión histórica alternativa, ocupa un lugar central. En estas narraciones femeninas y feministas, en efecto, seguimos, a través de la lectura de Bernal, cómo se entretejen los hilos de la memoria personal con la reconstrucción de la historia reciente y más lejana, cómo se vive el cuerpo y cómo se sufre desde el cuerpo en un ámbito represivo y, también, cómo se recupera la experiencia placentera del cuerpo y se reconstituye el ser mediante la re-constitución del pasado con una voz propia.
En esta lectura entrecruzada de La mujer habitada y La travesía, se despliega un marco conceptual complejo, que demuestra el poder y el potencial del acercamiento feminista crítico para distinguir los silencios y los matices de la voz, sus significados y subtextos, para acercarse al cuerpo y reivindicar el deseo y el erotismo contra el dolor y el trauma, o a pesar del dolor y del trauma vividos. Pero además, lejos de transformar estas novelas de autoconocimiento en memorias personales, individuales, intimistas, la crítica de Bernal mantiene una atención en el contexto, no como simple escenario sino como ámbito de experiencia y campo de batalla interpretativa.
Los contextos históricos en que se sitúan las memorias individuales, la revolución sandinista en Nicaragua y la dictadura militar argentina de los años 70 y 80, son periodos que las protagonistas recuerdan o han querido olvidar; en que vuelven a hurgar, que marcan sus vidas y tienen significados particulares para cada una de ellas, para las autoras, y también para nosotras, lectoras y lectores.
La política, la crítica de la represión, del autoritarismo y la reivindicación de las libertades, de mujeres e indígenas en particular, han sido motivo de interés constante para Bisherú Bernal. En este libro su atención al entrelazamiento de lo personal y lo político es fundamental ya que aquí es un rasgo distintivo que permite incluir las novelas dentro de una literatura feminista crítica y comprometida, como versiones alternativas de nuestra historia latinoamericana. En este sentido, Belli y Valenzuela encontraron en Bernal a una lectora ideal en cuanto capta la importancia de ese cruce en que ”lo personal es político” y le otorga el valor ideológico y crítico que le corresponde. A mi ver, gran parte del valor de estas obras consiste en ese cruce.
A la vez, la mayor aportación de Bernal a la crítica feminista es mostrar cómo las protagonistas indagan en el pasado -y en movimientos y regímenes presentes, dominados por valores falocéntricos- y recuperan las voces, presencias, ausencias y experiencias de lo femenino (lo otro), tratando de mantener un equilibrio entre lo personal e íntimo y lo social, y dándole a lo personal el valor que le corresponde. Sin espacio para la libertad íntima, personal; sin libertad para el cuerpo y el deseo, sin espacio para la voz y la diversidad de voces, no hay ni revolución, ni liberación, ni historia de todos. De ahí que, como muy bien muestra Bernal al analizar La travesía, por ejemplo, las dictaduras maltratan los cuerpos, sustituyen el deseo por el afán de poder y la subyugación, amordazan, amarran, y acallan la libre expresión, la protesta y la diversidad.
No me detendré en el cuerpo del libro, en sus cinco capítulos acerca de la memoria, voces y silencios, lo personal y lo político, cuerpo y erotismo, trauma y palabra, para que quien lea pueda explorar por su cuenta la riqueza de las reflexiones de Bernal Medel. Creo que importa leer Escrituras que trazan memorias como tercera obra de creación, en juego con las otras dos. Cabe destacar asimismo el trabajo de reflexión y elaboración teórica que sostiene el análisis más directo de las novelas, pues la autora ha logrado construir un andamiaje teórico que sirve a la literatura, y no se sirve de ella para existir y puede constituir un ejemplo para otras lecturas críticas feministas. Para terminar, me importa citar a la autora en sus reflexiones finales:
Así la memoria puede ser vista en estas obras como una experiencia real que atraviesa el cuerpo de las mujeres. ¿Cabe entonces plantear la existencia de una memoria en femenino? Y en caso de que la respuesta sea afirmativa, ¿qué tendría que contener esa memoria? Hay mucho que construir todavía desde nuestro ser mujeres en un camino abierto y desafiante hacia la vivencia final de la plenitud total. Necesitamos plantear la posibilidad de escribir historias de otra forma, elaborar un cambio en el modelo discursivo que permita tomar en cuenta la identidad sexual: buscar una forma de leer, escribir y contar la historia, nuestras historias, desde el cuerpo y la voz femeninos.
[1] Reseña basada en presentación leída en FILPM, 1ero de marzo de 2012
[2] Crítica cultural y profesora de literatura y estudios de género. Dra. en literatura hispanoamericana por la Universidad de Chicago. Actualmente es investigadora independiente y docente en el ITAM.
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