Educación Para La Paz, Una Pedagogía Social Para Consolidar La Democracia Social Y Participativa.
DOI:
https://doi.org/10.37646/xihmai.v4i8.149Abstract
Ospina, H., Alvarado, S. y López, M. (compiladores)
Cooperativa Editorial Magisterio,
1999
En la búsqueda de alternativas que den solución a los conflictos sociales que se viven en Colombia, académicos e investigadores han elaborado y llevado a cabo propuestas educativas orientadas a la construcción de la paz. Sus trabajos fueron presentados en el I Encuentro Internacional de Pedagogía para la Paz, Educación Ciudadana y Educación Cívica llevado a cabo durante el mes de mayo de 1999 en Colombia.
Con la finalidad de dar a conocer los trabajos presentados en el Encuentro antes mencionado, Ospina y López recopilaron y publicaron en el libro que aquí se reseña los trabajos que cada conferenciante expuso, mismos que se presentan de manera sucinta a continuación.
Antanas Mockus, en Cambio cultural voluntario hacia la paz, hace referencia a la necesidad de diseñar propuestas que impulsen un cambio cultural como posibilidad de construir la paz social y expone los beneficios obtenidos en Colombia a partir de la operación del programa ”Cultura Ciudadana” que tiene como prioridad conseguir la convivencia ciudadana.
Francisco Cajiao, en Los imaginarios de ciudadanía en los medios de comunicación, señala la influencia que tienen los medios de comunicación en la consolidación del imaginario social. La reflexión se centra principalmente en los mensajes de ciudadanía que se televisan respecto al vecindario, nación y justicia y de la manera en que inciden en la percepción de su forma de vida.
Raúl Mejía J., En busca de una cultura para la paz, plantea la necesidad de reconstruir una pedagogía del conflicto, cuyo eje metodológico considere la negociación de lo diferente en la lucha por enfrentar las desigualdades y las exclusiones; comenta además que la paz va más allá de la no guerra y en reconocer la diferencia respecto al otro y en la medida que se acepte lo diferente, se puede evitar el conflicto. En este sentido, Mejía comenta que ”es necesario desarrollar la capacidad de reconstruir el pensamiento y acción desde una mirada que sea capaz de romper los imaginarios que han permeado una visión esencialista en la cual el conflicto es más bien causante de problemas que el propiciador de transformaciones individuales y sociales” (1999, 45). Finalmente, señala que son varios los factores que han contribuido en la construcción de ese imaginario social, entre ellos se encuentran: prácticas relacionadas con la verdad como esencia, la interpretación del mundo siempre dicotómica, la producción de cosmovisiones totalizantes, la reducción del conocimiento a procesos racionales y el desacuerdo como enemistad.
Rosario Jaramillo y Ángeles Bermúdez, en El desarrollo de las explicaciones históricas en niños, adolescentes y adultos, presentan el estudio que realizaron para ampliar el conocimiento del pensamiento histórico en sujetos de distintas edades. En el estudio indican el enfoque, la metodología, las categorías, las entrevistas y los resultados obtenidos producto de la investigación. En su estudio reafirman que la calidad de las experiencias pedagógicas interviene en el nivel de desarrollo del pensamiento histórico.
Graciela Zaritzky, en La formación para la convivencia, comparte algunas reflexiones respecto a lo que la escuela puede hacer a favor de los derechos de la infancia; comenta además que el abordaje de temas relacionados con los Derechos del Niño no requiere únicamente de tiempo y espacio en la currícula sino de cambios estructurales en el enfoque educativo, especialmente de educación emocional y de procesos vivenciales para la enseñanza de esos temas; es decir, de procesos educativos distintos que favorezcan el pensamiento crítico, el interés por la investigación y las oportunidades de participación, entre otros.
Adán Martínez, en La etnoeducación: una opción democrática, narra el proceso que el movimiento indígena colombiano ha realizado para construir propuestas educativas denominadas ”educación propia”. ”educación indígena”, ”etnoeducación” o ”educación bilingüe intercultural” tendentes al logro de una educación en y para la democracia, en y para la paz; expone además las implicaciones culturales, económicas, políticas y sociales que proyectos educativos de esta naturaleza conllevan.
Alejandro Álvarez, en La expedición pedagógica nacional: un pretexto para pensar la paz desde la escuela, presenta la propuesta actual del Movimiento Pedagógico que desde la década de los ochenta propiciaron maestros y otros intelectuales colombianos e invita a quienes están inmersos en el campo educativo (maestros, estudiantes, familiares, investigadores y población en general) a compartir, a través de redes, sus experiencias pedagógicas, con la finalidad de que conozcan lo que cada uno hace en su espacio pedagógico y puedan percibir las diferentes formas de ser de la educación. Para el caso de la educación de la paz propone, a través de esa expedición, construir un tejido conceptual y experimental sobre la pedagogía de la paz en Colombia.
Victoria Plitt y Jorge Cadavid, en La conciliación como cultura ciudadana, comentan la imperiosa necesidad que tuvo Colombia por decretar constitucionalmente la conciliación como mecanismo judicial alternativo para la solución pacífica de conflictos sin la necesidad de llegar a las controversias judiciales.
Esteban Ocampo, en Liderazgo educativo: ¿una respuesta o una necesidad?, como una necesidad sentida a partir de los problemas sociales por los que atraviesa la sociedad colombiana, sugiere que la educación sea el medio a través del cual se puedan formar líderes y a su vez ejerza un liderazgo en los procesos sociales, se comprometa con la sociedad y con sus procesos a fin de fortalecer a la sociedad civil cuya meta sea propiciar que las personas lleguen a ser cada vez más personas a través de su integralidad, de generar conocimientos con sentido social y de fortalecer los contenidos de sus currículas.
Alexánder Ruiz, en La sociedad civil como un proyecto en permanente construcción, concibe a la escuela como espacio para contribuir en el fomento de la educación ética y política de la sociedad; aunque reconoce que educar en valores es una tarea compleja tanto por la inconsistencia entre lo que se ofrece desde las estructuras como por su incongruencia en el momento de llevarlas a cabo en situaciones reales.
Luis Builes, en Microcurrículo: lo humano en la educación, diseña una propuesta de microcurrículo con base en los módulos: ”Desarrollo de habilidades de pensamiento y creatividad en el aula”, ”Convivencia y democracia en la escuela” y ”Manuales de convivencia: hacia la construcción colectiva de normas” con la finalidad de lograr el desarrollo individual y colectivo de los sujetos.
Gerardo Franco, en Pedagogías frente al conflicto social y educativo, expone elementos complementarios del proyecto pedagógico de los religiosos terciarios capuchinos de la Fundación Universitaria Luis Amigó y da a conocer los elementos que han permitido legitimar acciones novedosas ante el conflicto social y educativo en las instituciones de la congregación a nivel nacional e internacional en Latinoamérica.
Finalmente, Sara Alvarado y Héctor Ospina, en Desarrollo del potencial creativo, afectivo y moral de los niños, exponen el proyecto educativo orientado a la construcción de la paz, diseñado por los propios niños a partir de las reflexiones que ellos mismos hacen respecto a la forma como ven el mundo, de valorarlo, de enfrentarse a él y de ahí proyectar una posibilidad de construcción a través de un proceso planeado y gestionado por ellos.
En los trabajos expuestos se percibe la preocupación por contribuir en la solución de los conflictos sociales que se viven en Colombia; sin embargo, valdría la pena indagar si desde otros ámbitos, además del educativo, se están realizando acciones tendentes a construir la paz en ese país.
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