Una Nueva Mirada Al Comic En Los Albores Del Siglo XX: Las Historietas De El Buen Tono (1904- 1922). La Litografía Al Servicio De La Industria, Thelma Camacho Morfín.
DOI:
https://doi.org/10.37646/xihmai.v9i18.247Abstract
Las Historietas de El Buen Tono (1904- 1922). La litografía al servicio de la industria es un libro que desde el exterior seduce al lector; pues en la sencilla portada del mismo se encuentra una modesta viñeta donde aparece un peculiar personaje de ojos redondos y grandes, sombrero de copa y pantalón a cuadros, degustando, por supuesto, un cigarro, de su brazo una señorita de amplio sombrero y vestido casual, también con un cigarrillo, ambos personajes dotados de alas y sobrevolando la ciudad. El lector sólo puede preguntarse ¿De dónde ha salido tan peculiar viñeta? Con una pregunta tan básica, o por simple curiosidad el lector puede adentrarse en el mundo de la litografía industrial de principios del siglo XX.
El libro enfoca su análisis a las historietas, que con fines publicitarios, creó la fábrica de El Buen Tono. Para realizar dicho análisis Thelma Camacho, Doctora en Historia del Arte por la UNAM y actualmente profesora investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, aborda las viñetas desde el proceso de dibujo litográfico, los creadores, dibujantes y demás personal que intervino en su elaboración dentro de los talleres de la fábrica de cigarros, el contexto de la época así como las influencias externas que tuvieron efecto sobre el personal del taller de litografía; entre ellos Juan Bautista Urrutia, destacado dibujante y litógrafo que desempeñó un papel importante a lo largo de la existencia de estas historietas.
Por lo que antes de entrar en materia, la autora le presenta al lector un breve recorrido por la industria del cigarro existente en la época dorada del Porfiriato, sus épocas de bonanza, sus declives, las diversas fábricas y la competencia que había entre ellas, que en varias ocasiones llevaron a verdaderas batallas campales en la prensa de la época, desembocando en una encarnizada batalla publicitaria, de ahí que las historietas y el trabajo desarrollado en los talleres litográficos de la fábrica fueran de suma importancia para esta industria, razón por la cual el trabajo de Urrutia y sus colaboradores nunca pasó inadvertido para el director de El Buen Tono, Ernesto Pugibet.
Frente a los ojos del lector se presentan no solo un significativo grupo de viñetas, que con tintes cómicos e inverosímiles presentan el remedio infalible y milagroso que eran los cigarros de El Buen Tono, sino que además es posible apreciar la evolución de la historieta, y al mismo tiempo se observa el proceso de maduración de los dibujantes que se desempeñaban en los talleres de la fábrica. De algunos de ellos se desconoce su nombre, sin embargo la autora es capaz de reconocerlos gracias a la detallada observación que hace de cada viñeta, lo que la llevó a identificar las diferencias entre los trazos de cada dibujante así como la experiencia que cada uno de ellos tenía en el gremio.
Esta evolución llevó eventualmente al desarrollo de una historieta con un personaje fijo, el entrañable Ranilla, no sin antes pasar por un periodo de maduración que llevó a los artistas del taller de El Buen Tono a experimentar con los más diversos y cómicos personajes, que iban desde provincianos recién llegados a la capital como la familia Gutiérrez, Herr Barbuñó, el nada agraciado Fradiávolo, e incluso un toro cuyos desorbitados ojos evidenciaban su locura; todos ellos se ven beneficiados por las maravillosas cualidades de los cigarrillos de el Buen Tono. Aunque tímidamente, los dibujantes también hicieron alusiones a los acontecimientos de la vida política de la época, pues hay breves apariciones de Porfirio Díaz, Francisco I. Madero, Zapata y otros.
Estas historietas no eran ajenas a las tendencias del cómic norteamericano, sin embargo presentan sus propias características, como el apego de presentar el texto al pie de la imagen y no en globos. Igualmente se abordan los principales referentes visuales de estas historietas, que fueron las aleluyas y las estampas de Epinal, cuya influencia fue significativa en las primeras etapas de las historietas de El Buen Tono. Cada una de estas particularidades son analizadas detenidamente por la autora.
Así Camacho nos presenta el génesis y consolidación de una historieta con fines publicitarios en un lenguaje sencillo y fácil de entender, sin descuidar la argumentación o el tratamiento de fuentes propios de un buen libro académico, por lo que el texto puede ser disfrutado no sólo por los especialistas en el tema, sino por todo aquel que esté interesado en aprender un poco más sobre esta etapa de la historieta en México.
En conjugación con el texto se incluyen varias historietas completas o en fragmentos que facilitan la lectura, lo cual demuestra el cuidado en la edición y acomodo de las imágenes; al mismo tiempo leerlas es un deleite en sí, pues las cómicas vivencias y ocurrencias de los personajes le endulzan el día y la lectura a cualquiera.
Más allá de dar a conocer el trabajo de Urrutia, o de traer a la vida a los entrañables personajes de las historietas de El Buen Tono, Thelma Camacho explica los inicios de la técnica de impresión litográfica desde su creador Alois Senefelder, en el siglo XVIII, hasta los componentes de un taller de litografía, los dibujantes, empleados y el equipo necesario para desarrollar esta técnica; es aquí donde el lector podría tener ciertas dificultades para seguir el ritmo del texto, sobre todo para aquellos que no estamos familiarizados con el proceso de impresión en litografía, sin embargo basta realizar una lectura detenida para resolver el inconveniente.
Considero que una de las aportaciones más importantes de este libro es la revisión crítica de la bibliografía que aborda esta particular técnica de impresión en piedra. La existencia de talleres de litografía en varias industrias de principios del siglo XX con fines publicitarios, entre ellos el de El Buen Tono, le permite a la autora remover la vieja idea de que la litografía era un arte ya extinto para esa fecha, y cuya época de influencia se creía limitado solo a la segunda mitad del siglo XIX; a partir de ese momento Camacho abre camino para el análisis que desarrolla en su obra, y al mismo tiempo arroja luz sobre un tema en el que aparentemente desde hace mucho se había declarado caso cerrado, como era la cuestión de la litografía mexicana, y marca el inicio de un nuevo debate sobre el tema, que sin duda estimulará nuevas aproximaciones al estudio de la producción de historietas bajo este particular procedimiento de impresión en la época.
Este texto no pasa desapercibido, no sólo por su aportación a la historiografía, sino también porque cualquier investigación que implique buscar ”hasta debajo de las piedras”, literalmente, demuestra que aunque solo se habla de historietas con fines publicitarios, deja entre ver la complejidad del tema y los bemoles de desarrollar una investigación sobre una cuestión tan peculiar como la que ocupó a la autora.
Por lo general se piensa en el género de la historieta como algo simple, algo que raya en los límites de lo que comúnmente se considera arte, muy pocas veces nos detenemos a reflexionar sobre el tema. El libro Las historietas de El Buen Tono, nos lleva a repensar los alcances de la litografía que se desarrolló en este país, y al mismo tiempo nos invita a mirar con otros ojos y detenidamente la caricatura con fines publicitarios de principios del siglo pasado, y a ver estos dibujos no sólo como personajes cómicos y de apariencia grotesca, sino como parte de la evolución del lenguaje icónico de la historieta mexicana.
Camacho Morfín, Thelma (2013), Las historietas del El Buen Tono (1904-1922): La litografía al servicio de la industria, México, UNAM Instituto de Investigaciones Estéticas- UAEH.
[1] Licenciada en Historia, actualmente estudia la maestría en Historia en la Facultad de Historia de la Universidad Autónoma de Sinaloa; OURA0345@gmail.com.
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